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sábado, 15 de diciembre de 2012

AUXILIO (13-2012)

Las cosas ocurren tan de repente que no nos damos cuenta de nada. Ahí estaba abrazando a Benito Parranda, como el buen hijo hace con su Padre, comiéndome cada uno de sus miedos y tristezas. Hay comunicaciones que no necesariamente se expresan con palabras….parecerá loco lo que digo, pero una acción dice más que una carta escrita a doble carilla. La médium dice que es una capacidad,que pocos la tienen y esa noche que lo dijo en el patio de los Gladiolos, el Siniestro se reía de ella y ponía caras para provocarla, pero ella lo ignoraba , hasta que finalmente se salió del grupo, le dijo algo al oído y el Siniestro enmudeció, así de pronto, tal cual. En esa oportunidad el Chabelín recordó a cada uno de los que se habían ido de nuestro lado, comenzando con el “Acorazado”, la “Flor Silvestre” y terminando con el “Manco Saavedra”. De verdad, eso es lo que más lamento. Es cierto, me despedí de él, pero ya muerto. Hubiese dado lo poco que tengo para despedirme como corresponde, pero no se pudo y no se pudo. ¿Y la Bretaña? ¡Qué manera de transmitir cosas con su mirada! Ella pedía a gritos un beso, no uno de cualquiera, uno mío y nos amamos desesperados en el parque bajo un cielo de mil estrellas, hasta que por fin encontramos a “Sábado” ladrando hacia nosotros. Nos vestimos a la rápida , el último beso a la rápida y nos fuimos al “Callejón de los Olvidados”. En realidad la pega la estaba haciendo mal. ¡Qué imbécil soy a veces! Debía llorar los miedos y las tristezas de Benito Parranda, debía hacerlo, al menos por esta vez, porque eso hace un hijo, un buen hijo, pero no: Ahora lloraba mis propios miedos y tristezas y hundí mi rostro en el hábito pasáo a vino santo. “Hijo mío, hiciste lo mejor que pudiste, él lo sabe, él lo entiende, él está orgulloso de ti”. No hablaba, pero le decía en mi llanto que fue imposible salvarlos a todos. ¡Las manoplas del fuego los tenía acorralados! El Jauría sólo pensaba en sus perros y cada vez que corría a rescatar a uno, otro se le perdía. ¡Era como si quisiese retener en sus manos todos los océanos del mundo y eso, créame, Benito Parranda, es imposible, nadie puede hacer eso! Nunca más vi al Jauría….La Bretaña me hablaba en inglés y nada le entendía. Con sus manos me explicaba que  debía volver para ayudar a la “Prolífica” con sus tres huachos. La seguí, pero algo cayó como un saco de papas sobre mi y de ahí no recuerdo más, sólo sé que desperté en el rincón más cómodo del Hogar de Crizto con ese pijama a rayas que, créame, de verdad que me deprime-
¿ Será el vino que me dio, Benito? Algo debe de tener, porque comienzo a recordar todo en HD y eso, créame, me hace daño, pero a la vez libera. “Llora, hijo, llora – me decía Benito Parranda- siempre estaré para ustedes” Ojalá que así sea, no soportaría otra pérdida, porque, escúcheme bien:  Si  a usted le pasa algo, el Hogar de Crizto se va a las pailas y eso lo sabe, no se haga el de las chacras ¿Y qué pasará con nosotros? Volveremos a las calles, quizás dormiremos en el Hogar, pero no será lo mismo, porque sería volver al útero, pero uno ajeno, oscuro y frío, más frío que todas esas noches de invierno que matan mendigos. No, ya no tendríamos a ese padre incondicional que es usted, Benito y hablo sin palabras, sé que usted percibe mi mensaje que le dejo escrito con mis lágrimas en sus Hombros. ¡Siempre de los siempres seremos sus hijos, eso no lo olvide jamás!
En ese momento se abrió la puerta de golpe: Era la Wirasacha. ¡¡Don Benito, Don Benito Parranda, pasó algo terrible, tiene que venir!!...perdón…disculpe Don Benito. ¿Estaba llorando? Y la Wirasacha me miró sentenciadora : Estaba prohibido entre los mendigos causarle algún malestar al bueno de Benito. La promesa fue la siguiente: En estos casos debíamos esmerarnos en dibujarle, a toda costa, una sonrisa.
--- Nada malo hija, sólo estábamos conversando. – le dijo sonriente Benito Parranda, mojándose el “magnate” con el conchito de vino que quedaba en la copa-¿ Qué pasa?
---¡ Otra vez sucedió!
Dejó todo y corrimos guiados por la Wirasacha al patio de los Gladiolos:  Ahí estaba ella, pariendo imaginariamente a un hijo que nunca llegó, con leche brotando de sus tetas.



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