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viernes, 19 de agosto de 2011

CABINA TELEFÓNICA 7-2011


Caminamos en silencio por las calles lustrosas, sentí que tenía frío, porque de su respiración salía ese vapor helado y sus manos, bajo el chaleco de lana gruesa , se las frotaba con frenesí, como si quisiese que de ellas salieran fuego eterno. No tenía idea cómo ofrecerle mi chaquetón o pasarle mis guantes y eso que desprenderme de mis guantes, era como sacarme trozos de piel. Sólo me sonreía y sin palabras me decía que fuésemos a la cabina telefónica, que podríamos cerrar la puerta y quedar protegidos de la noche inmensa. “O.K.”,- le dije- y allá fuimos…eran cinco cuadras, las conté mentalmente y parecían no tener final. “Sábado” se adelantaba y volvía hacia nosotros, como si tuviese un elástico. Cuando llegamos a la cabina telefónica  torpemente chocamos al tratar de ingresar y nos reímos, creí olvidar en ese momento todo lo que yo era. Fue mágico, porque no sé cómo explicarlo…a ver…. es como si esta noche extremadamente oscura fuese una noche de esas de verano, de esas de adolescencia en que casi todo era perfecto, algo así…en realidad no tengo el blá-blá del Poeta Triste, hago lo que puedo, pero eso sentía y aún más : el frío se me había pasado un poco, porque sentía que algo quemaba mi pecho….raro, no? Y además sentía que la persona que tenía a mi lado estaba en la misma frecuencia que yo, aunque no me dijese palabra alguna.

Quedamos uno enfrente del otro en esa cabina telefónica y ella sacó un cigarrillo, era largo y delgado como sus dedos y luego, del banano, sacó una caja de fósforos marca “Odín”. Lo zamarreó haciéndome notar que existía sólo un fósforo. Yo le dije en señas que ojalá no se apagara antes, porque al examinar la caja de fósforos, estaba medio humedecida. Ella rió nerviosa y dijo algo en inglés que no entendí mucho. Le tomé las manos y le dije que me dejara a mi encenderlo y ella posó su cigarrillo en sus dulces labios. “One, two, Treee”-- le dije --y la llama encendió nuestros rostros próximos, mientras “Sábado” rasguñaba la cabina exigiendo ingresar. Sus ojos se encendieron con los míos y yo noté un dejo de abandono en ellos, como que me decían que debía besarla, como que me lo exigía……cómo negarme a besarla? pero….y si estaba equivocado? A penas la conocía!!! pero en esos roces con sus dedos largos cerca del fuego, parecía conocerla de hace siglos atrás…no sé si me explico….yo no creo en esas cosas, muchas veces me reí de la “Medium” ( una mujer gorda que andaba para todas partes con montón de velas y medallitas de latón para espantar los malos espíritus )cuando hablaba de eso de las vidas pasadas , decía que nosotros pagamos nuestros pecados en este ahora y que si somos mendigos, es porque fuimos reyes, pero reyes equivocados que jamás dieron nada por los demás. Y ahora frente a “La Bretaña”…. Se encendió el pucho delicado y una nube de color vainilla nos envolvió. Sólo nos mirábamos y nos tomamos de las manos y luego nos abrazamos y luego, sí, no besamos, toqué su lengua sabor vainilla y ella tocó la mía sabor soledad. Cerramos los ojos en ese beso y el mundo se nos borró , sólo eso, era como que la cabina telefónica nos llevase a otro mundo y lograba que la noche transcurriera lenta, muy lenta y “Sábado” daba vueltas alrededor de la cabina telefónica, como presintiendo que algo malo estaba por ocurrir, hasta que se perdió corriendo y ladrando hacia el “Callejón de los olvidados”

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