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viernes, 12 de agosto de 2011

EL CALLEJÓN DE LOS OLVIDADOS ( 5-2011)



“Yo soy el Jauría” y cuando dijo eso, todos los perros comenzaron a ladrar, como aseverando lo que decía aquél hombre. Luego se sentó en una roca y siguió azuzando el fuego , observando cómo se consumían los maderos. Me invitó a que me sentara cerca del fuego  y fue el mismo “Sábado” que, con la lengua afuera y moviendo frenéticamente el rabo, me guió a un montículo de escombros.

 --- Dicen que pronto se vendrán las heladas – me dijo el Jauría no mirándome a los ojos-

--- Sí…es cierto…

--- Y muchos se irán con estos fríos de los mil demonios.

--- ….
Y recordé al Manco Saavedra, él es el número uno de este invierno. Antes fueron la “Matrona”, el    “ Macho Cabrío” y el “Pequeño Juan”, encontrados en distintos puntos de la ciudad, trágicamente azules  y tristes.....¿Seré el próximo? No, no creo, al menos tengo el Hogar de Crizto, pero aún así recordé que el Manco Saavedra murió en el Hogar y eso significa que la muerte nos persigue donde quiera que estemos, llámese invierno, hambre o lo que sea, ése es nuestro pre-destino, el que tenemos con mugre indeleble trazado en las palmas de las manos, como una vez le oí recitar al Poeta Triste. Recuerdo que la noche que recitó ese poema de la miseria ( como lo nombró) Benito Parranda se le acercó y le dijo que a pesar de que era un malagradecido, Dios lo amaba como el buen padre que ama a sus hijos descarriados. Después que le dijo eso, el Poeta Triste se sacó la camisa y le mostró una fea quemadura que le cruzaba toda la espalda y le dijo algo así como : “`y ése SU DIOS, el que dice que me ama taaaaaaaanto ¿ Dónde cresta  estuvo para evitar que esos neo-nazis hicieran esto conmigo? Mire, Benito Parranda!!!!!! - lo desafió, mientras el bueno de Benito lo miraba compasivo- mire bien esta marca, porque nosotros no somos hijos de Dios, somos los huachos de la divinidad, los que tenemos free-pass pal infierno mismo!!!” Ufff, todos quedamos como estatuas de sal, paralizados por el llanto de aquél hombre. Recuerdo que fue el mismo Manco Saavedra que se sacó como pudo su largo abrigo y cubrió al Poeta Triste y se lo llevó al patio para que llorara en paz. Ese gesto fue único y lo tengo clavado en mi memoria: Uno tiene marcas, es cierto, pero revelarlas al mundo no se debe hacer, por muy mendigo que se sea. Yo, por más que me empelotara no lograría exhibirlas, éstas se encuentran escritas en lo más profundo de mi alma.

 --- Cómo te llamas tu? – me preguntó el Jauría sacándome de mis pensamientos-

--- Yo?

--- Si.

--- Yo no tengo nombre – le dije acariciando a “Sábado” que se había dormido cerca de mi pierna-

--- No te estoy pidiendo el nombre, todo mendigo sabe que renuncia al suyo una vez que calza harapos, te estoy preguntando a cómo te haces llamar. Por ejemplo, yo soy el "Jauría" y el de más allá es el “Chapulín Colorado” ( siempre anda con ese chipote para todas partes, quién sabe para qué) y los de más-más allá, son los "tortolitos" ( nunca se pueden despegar) .

---Dígame ,Crusoe – dije seco-

--- Jajaja, entiendo – rió el hombre enseñando los pocos dientes que le quedaban- Mucho gusto, Crusoe.
Y de repente me di cuenta del lugar donde estábamos: Era un callejón lleno de casas de cartón, colchones solitarios, fogatas y mendigos por todas partes. Muchas veces en el Hogar de Crizto me habían hablado de que en el centro mismo de Santiago du Chili, existía un callejón lleno de mendigos que, por los supremos intentos que hacía Benito Parranda de llevarlos a su Hogar de Crizto, jamás habían aceptado. Muchas veces el bueno de Benito llegaba derrotado con su tropa de  samaritanos y con un montón de marraquetas con queso y los termos llenos de agua caliente y los tarros llenitos con café. Y, precisamente, aquí estaba yo, en el "Callejón de los Olvidados"


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